En la instalación se configura una forma simbiogenética a través de cada vaso perteneciente a personas que consumieron café en Starbucks.

Por un lado la forma deconstruída en “múltiples cadenas en hélices” aluden a un ADN sintético y colectivo. Por otro vemos que en la contingencia de la pandemia en algunos No-Lugares habita lo incierto, el miedo y la soledad, entre otros síntomas que aquejan la contemporaneidad.

Los espacios homogeneizados, no permiten interactuar significativamente con otras personas, solo a través del consumo y con identidades pre ordenadas: cliente, pasajero, consumidor, etc. Son espacios de confluencia anónimos donde cada individuo está durante algún tiempo bajo un contrato, no es un espacio que se mida en unidades métricas sino un espacio que se mide en unidades de tiempo.

​

Son cápsulas en las que la evasión se presenta por un lapso de tiempo estipulado. Un breve tiempo que evade el esencialismo.

Las imágenes y el audio, que pertenecen al momento de la crisis de la pandemia, confluyen en un estado confusional, paralelo a la realidad.

El loop de la pieza también produce la sensación de lo incierto de las contingencias.

El dialogo con el objeto colgante, de múltiples hélices, no intenta demonizar estos recursos que habitan los humanos, sino más bien hacer visible una muestra de la tercera naturaleza a principios del siglo XXI.